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Los orígenes de la abadía de Santa María de Lebanza se remontan al año 932, cuando Alfonso Ordóñez y Justa, condes de Lebeña, donaron Lebanza a una comunidad de frailes encabezada por el abad Gundisalvo. Con el paso del tiempo, diversos monarcas realizaron donaciones al monasterio y en 1142 Alfonso VII y doña Berenguela ratificaron la dotación fundacional mediante un privilegio real. Entre los años 1172 y 1173 se proyectó la ampliación del conjunto abacial, obra que fue financiada por el conde Rodrigo Gustios. Más adelante, en 1747, un incendio provocó graves daños en el edificio. Con el propósito de preservar su arquitectura original, Carlos III encargó su reconstrucción a Francisco Valzania, quien siguió los planos de Sabatini (Rodríguez Montañés, 2002).
El esplendor de la abadía llegó a su fin en 1808 con el estallido de la Guerra de la Independencia. Primero fue expoliada por las tropas napoleónicas y, más tarde, sus bienes fueron subastados por orden de Mendizábal en 1863. A comienzos del siglo XX, la abadía fue transformada en una hostería turística y en 1943 el obispado de Palencia la adquirió para convertirla en Seminario Menor (Rodríguez Montañés, 2002). En la actualidad, las piezas que una vez albergó la abadía de Santa María de Lebanza se encuentran dispersas en diversos museos e instituciones.