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Título

Políptico de Isabel la Católica

pintor

Flandes, Juan de (Posible procedencia de los Países Bajos, ca. 1465 - Palencia, ca. 1519)

Sittow, Michiel (Reval (hoy Tallin), Estonia, 1469 - Reval (Tallin), Estonia, ca. 1525)

Morros, Felipe (Iluminador y pintor de Isabel la Católica)

Clasificación genérica
Pintura
Objeto
Pintura
Datación
1496-1504
Siglo
Finales del s. XV
Contexto cultural / estilo
Pintura flamenca
Dimensiones
21 x 16 cm
Materia
Tabla
Técnica
Óleo
Procedencia
Isabel la Católica (Segovia, España)
Emplazamiento actual
Galería de las Colecciones Reales (Madrid, España)
Número de inventario en colección actual
10002018 a 10002032
Historia del objeto

Véase el destino de las tablas de este conjunto que se hallan fuera de España: Última cena; Oración en el huerto; Bodas de Caná; Coronación de espinas; Cristo y la samaritana; Cristo se aparece a su madre solo; Cristo con la cruz a cuestas; Cristo se aparece a la Virgen con los salvados del Antiguo Testamento; Cristo es clavado en la cruz; Tentación de Cristo; Ascensión de Cristo; Asunción de la Virgen.

Cuando el 26 de noviembre de 1504 falleció Isabel la Católica en Medina del Campo, los testamentarios ordenaron que se juntasen sus pertenencias y se procediese a la almoneda, que se llevó a cabo apenas tres meses después en Toro (Zamora). El proceso era el habitual cuando moría un monarca, pues los bienes eran suyos y por lo tanto podía disponer de ellos, y generalmente se dejaba un largo número de mandas testamentarias que precisaba de dinero para su cumplimiento. El encargado de ejecutar la venta fue el contador mayor Juan Velázquez, para lo cual se realizó una tasación de los objetos. Entre estos figuraban cuarenta y siete tablas que “están en un armario todas estas tablicas iguales todas…”. La valoración la realizó el 10 de febrero de 1505 “Felipe yluminador” (Sánchez Cantón 1930, 97-133; 1950, 157-158 y 185-189; documento en el Archivo General de Simancas, Contaduría Mayor de Cuentas, 1.ª época, leg. 192, s. f.).

Con anterioridad a esta noticia no tenemos más datos, lo que supone que no podemos precisar el origen, la autoría ni la función de las tablas, y tampoco en todos los casos su fortuna posterior. Con frecuencia los historiadores se han referido al conjunto como un retablo, pero si lo fue nada se dice al respecto y los intentos de reconstrucción no resultan satisfactorios, quizás porque a la muerte de la reina el conjunto no se había concluido. Lo único cierto es que las pinturas sobre tabla de roble estaban en un armario, por lo que quizás sea más adecuado referirse a ellas como piezas de un políptico, probablemente inacabado. En conjunto se valoraron en 76.500 maravedís, cantidad importante pero no tanto si tenemos en cuenta que son casi medio centenar de pinturas. No obstante, hay que tener presente el escaso aprecio hacia las obras de pincel en aquellos momentos (Zalama 2008, 45-66), de manera que en la misma almoneda un tapiz de tamaño mediano, la Resurrección de Lázaro (393 x 466 cm. Zaragoza, Museo de tapices de la Seo) se valoró en 150.000 maravedís (Zalama 2006, 38). Respecto a otras pinturas en la misma almoneda se estimaron como las más destacadas, y así se debieron considerar porque se singularizaron tanto en la descripción como en el precio que se estableció, que variaba de 2,5 a 6 ducados (Sánchez Cantón 1930, 97-133; 1950, 157-158 y 185-189). A pesar de que el coste no era excesivo, de media 1500 maravedís por cada tabla, la mayoría no encontró comprador inmediatamente. Solo once se adjudicaron en un primer momento: una al alcaide de los Donceles, Diego Fernández de Córdoba, Cristo y la Samaritana, y diez a la marquesa de Denia, Francisca Enríquez, esposa de Bernardo de Sandoval y Rojas, II marqués de Denia y posteriormente carcelero de Juana I en Tordesillas (Zalama 2010, 282-290). La marquesa adquirió: Adoración de los Magos, Crucifixión, Descendimiento de la Cruz, Cristo con la cruz a cuestasEcce HomoPiedadCristo es clavado en la cruzFlagelaciónAnunciación Cristo se aparece a la Virgen solo.

En los meses siguientes no se constata la venta de ninguna más de las treinta y seis pinturas que permanecían en manos de Juan Velázquez. La falta de interés de los posibles compradores debió suponer su almacenamiento y quizás deterioro, pues cuatro tablas desaparecieron antes de mediados de 1506. De estas, la Duda de santo Tomás y el Juicio Final  no han dejado rastro, pero las otras dos, Cristo se aparece a su Madre con los salvados del Antiguo Testamento y la Coronación de la Virgen, debieron venderse, o regalarse, pues han llegado a nuestros días. Las treinta y dos restantes acabaron en manos de Margarita de Austria, la viuda del príncipe don Juan, que se había convertido en duquesa de Saboya al contraer matrimonio con el duque Enmanuel Filiberto II, del que también había enviudado. En su palacio de Malinas se inventariaron en 1516 (Eichberger 2002, 234-248; Ishikawa 2004, 170). A estas tablas, al menos en parte, son a las que se refirió Durero cuando visitó el palacio de Malinas (Ullmann y Pradel 1978, 59: “Und den Freitag [7 de junio de 1521] wies mir Frau Margareth all ihr schön Ding; darunter sahe ich bei 40 kleiner Täfelein van Ölfarben, dergleichen ich von Reinigkeit und Güt darzu nie gesehen hab”). En un inventario posterior de los bienes de la duquesa de Saboya realizado en 1524, solo se listaban veinticuatro tablas (Michelant 1871, 85-86), por lo que ocho habían desparecido sin que se sepa la razón. Cuando en 1530 murió Margarita de Austria, legó las pinturas restantes a su sobrino, el emperador Carlos V, que las envió a España.

La documentación conocida hasta hace unos años determinaba que el comprador de las treinta dos tablas fue Diego Flores, “conseiller, tresorier et recepveur” de la duquesa de Saboya, quien pagó por ellas 51.187 maravedís, aunque según la tasación ascendían a 51.562, es decir, por la compra del lote se le rebajaron 375 maravedís (un ducado). La que fuera esposa del príncipe Juan, conocedora de las pinturas en cuestión se habría interesado por ellas y ordenó su compra en marzo de 1505, en las primeras semanas de la almoneda. Sin embargo, no ocurrió así: ni las tablas se compraron en la fecha indicada ni las adquirió Diego Flores por indicación de Margarita de Austria. Las treinta y dos tablas las adquirió Felipe el Hermoso a finales de 1506, año y medio después de la almoneda, durante el breve período que fue rey de Castilla (Zalama 2006, 36-42). La documentación que se había manejado era la del finiquito de las cuentas, que  es parca en detalles cuando no los obvia. Así, se lee que “se vendió al serenysimo rey don Felipe my muy caro e muy amado hijo, que santa gloria aya un libro briviario...”, y en la partida siguiente “que se vendió a Diego Flores una tabla de la ystoria de Lucreçia que se mata con un punal en III U DCCL”, y continúa, “al dicho Diego Flores çyertas tablas de deboçyón en los preçios que adelante dirá en esta guisa”. Sigue la lista de las treinta y dos tablas con sus precios y sin separación alguna se encadena con la venta de dos libros “por seys reales” (Sánchez Cantón 1950, 185-188). El documento no se para en detalles sino que quiere cuadrar las cuentas con lo que conduce a confusión sobre quién, cuándo y qué se compró.

Afortunadamente, se conservan otros documentos que permiten conocer lo que realmente ocurrió. El 30 de agosto de 1506, en Tudela de Duero, el rey Felipe I mediante una cédula ordenó a su tesorero, Nuño de Gumiel, que pagara a Juan Velázquez, contador mayor y responsable de la almoneda de Isabel la Católica, 63.672 maravedís “por çiertas cosas que del se compraron de las de la cámara de la reyna doña Ysabel en esta manera, por XXXII tablas de ymájenes de deboción LI U CLXXXVII medio...”. En la misma partida se especifica que también se compró “una pintura de Lucreçia, diez ducados, e por una mesa guarneçida de plata e unas visagras de unas frechas” y, lo que es definitivo, se declara el destino de estas obras “lo qual se dio a Diego Flores camarero de la duquesa de Saboya para gelo llevar” (Zalama 2006, 38-42). No hay duda de que fue así, pues en otro registro posterior doña Juana, en realidad Fernando el Católico como gobernador del reino ante la inacción de la reina, aprobó lo pagado por lo que Felipe I compró “de la cámara de la reyna doña Ysabel my señora madre que santa gloria aya en esta manera, por treynta e dos tablas de ymágenes de deboçión LI U CLXXXVIII…”. Incluso hay otro registro, sin duda copia, como el hasta ahora conocido, en el que se ha cometido un error por el escribano: en vez de treinta y dos tablas se dice que eran veintitrés (Zalama 2006, 38-42). Al margen de lapsus calami, lo que queda fuera de toda duda es que el comprador fue Felipe el Hermoso y que lo hizo en agosto de 1506.

Respecto a la autoría el debate amenaza con ser interminable. La tasación la realizó el pintor Felipe Morras, artista apenas conocido (Domínguez Casas 1993, 127-128), pero sabemos que la reina Isabel contó además con dos excelentes pintores: Michel Sittow y Juan de Flandes. El primero entró al servicio de la soberana en 1492 y Juan de Flandes en 1496 (De la Torre 1954). Ambos permanecieron en la casa de la reina hasta la muerte de Isabel y a ellos se atribuyen las pinturas del políptico, sin que haya acuerdo sobre la participación de cada uno. Generalmente se supone que fue Juan de Flandes el que realizó la mayoría (Vandevivere 1985; Ishikawa 2004; Silva Maroto 2006; Weniger 2011), aunque las únicas dos tablas documentadas, a posteriori, se refieren a Michel Sittow, pues su nombre aparece en un inventario de los bienes de Margarita de Austria realizado en 1516: “...ung double tableaul de la main de Michiel, de l’Assumpcion de Nostre Seigneur et de celle de Nostre Dame...” (Trizna 1976, 72-73). A pesar de que hay considerables diferencias formales entre las tablas del conjunto, se ha supuesto que estas se deben a la evolución de Juan de Flandes (Vandevivere 1985; Ishikawa 2004; Silva Maroto 2006), que comenzaría a trabajar en las pinturas nada más entrar al servicio de reina en 1496 y continuó hasta que esta falleció ocho años más tarde. Sin embargo, la existencia de Felipe Morras, o Morros, a quien en 1504 se paga también como pintor “A Felipe Morroz yluminador y pintor” (Archivo General de Simancas, Contaduría Mayor de Cuentas, 1.ª época, leg. 153, s. f.), permite pensar en su intervención, como opinan Domínguez Casas y Weniger. En cualquier caso sí hay acuerdo sobre la extraordinaria calidad de las pinturas, cuya fortuna ha sido diversa, pues solo se conservan veintisiete.

La fortuna de las tablas ha sido desigual. Once pasaron a manos privadas (diez a la marquesa de Denia y una al alcaide de los Donceles) en febrero de 1505, de las que algunas se han conservado hasta nuestros días. De las treinta y seis restantes, en poco más de un año cuatro desaparecieron, sin que sepamos la causa, de las que dos han llegado hasta hoy, y las treinta y dos restantes fueron adquiridas por Felipe el Hermoso, quien se las envió a su hermana a los Países Bajos. Estas estaban en 1516 en poder de Margarita de Austria, pero en un recuento posterior de 1524 solo se reflejan veinticuatro. En ambos documentos se separan dos tablas del resto, la Ascensión del Señor y la Asunción de la Virgen, y se declara en el inventario de 1516 que era “ung double tableau de la main de Michiel”. En el listado ocho años posterior no se nombra al pintor, pero las dos tablas seguían formando un díptico separado del resto. En 1527 dieciocho pinturas se habían montado formando un retablo a modo de díptico con nueve de ellas en cada hoja y con un marco de plata, y encima había otras dos tablas, con lo que se habían agrupado veinte (Ishikawa 2004 13-14). Cuando falleció Margarita de Austria Carlos V, su sobrino y heredero, determinó enviar esas veinte pinturas a España, a su esposa, Isabel de Portugal (Redondo Cantera 2023, 74-75). Esta las conservó hasta su muerte en 1539 y dispuso que pasasen a sus hijas (Pérez de Tudela Gabaldón 2017, 657), pero acabaron en manos de Felipe II al menos el díptico con las dos tablas superiores (Ishikawa 2004, 172), pues así se refleja en el inventario post mortem de rey comenzado en noviembre  de 1598.

De las tablas que Carlos V entregó a su esposa, quince se conservan en Patrimonio Nacional, actualmente expuestas en la Galería de colecciones reales, en Madrid. Cinco se desgajaron en diferentes momentos: las Bodas de Caná y la Tentación de Cristo salieron de España en fecha desconocida, quizás durante invasión francesa, y tras pasar por coleccionistas privados hoy la primera está en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York y la segunda en la National Gallery of Art, en Washington. Otras dos: Cristo apareciéndose a san Pedro y Bautismo de Cristo, desaparecieron sin noticias posteriores. La quinta, Última Cena, le fue incautada a José I Bonaparte en Vitoria, cuando se marchaba a Francia, y el gobierno de España se la regaló en agradecimiento al duque de Wellington, y hoy se exhibe en la que fuera su casa en Londres.

No en todos los casos se puede seguir con detalle el devenir de las tablas. Además de las quince conservadas en España hay doce en diferentes museos o colecciones, con lo que suman un total de veintisiete conservadas, frente a veinte desaparecidas. Estos números, sin embargo, se cuestionan en una reciente publicación  que argumenta que una de las dos tablas que formaban el díptico del maestro Michiel (Michiel Sittow), la Ascensión de Cristo (Lincolnshire, Collection of Earl of Yarbourough), en realidad es una copia de la pintura de Sittow, hoy perdida, y por lo tanto no puede considerarse como perteneciente al conjunto original (Rojewski, 2025). Las razones aportadas son de tipo formal, pero tienen consistencia, si bien mientras no se pueda demostrar que es una copia la incluimos también entre las tablas que pertenecieron a Isabel la Católica y se vendieron en Toro en 1505 y 1506.

 

Ubicaciones
* La localización relativa a marchantes, anticuarios, galerías de arte y coleccionistas, nos lleva al emplazamiento donde se hallaban radicados, o bien donde tuvieron una de sus principales sedes, esto no siempre indica que cada una de las obras que pasaron por sus manos estuviera concretamente en tal lugar, pues en el caso de anticuarios y marchantes su negocio extendía sus redes en diversos territorios; en ocasiones tan solo compraban en origen y remitían directamente la pieza a sus clientes. Por otro lado, algunos coleccionistas contaron con distintas residencias en las que albergaron su colección, a veces en distintos países; es difícil, en muchos casos, precisar dónde preservaron la obra mientras estuvo en sus manos, de ahí que se señale el emplazamiento principal del anticuario o del coleccionista. Circunstancias que han de ser tenidas en cuenta al interpretar el mapa. Véase en cada caso la historia del objeto.
Bibliografía
Responsable de la ficha
Miguel Ángel Zalama
Cómo citar

Miguel Ángel Zalama, "Políptico de Isabel la Católica" en Nostra et Mundi. Patrimonio Cultural de Castilla y León en el mundo, Fundación Castilla y León, 2025. https://inventario.nostraetmundi.com/es/obra/16