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Título

Escultura orante de Alonso de Mera

escultor

Montejo, Juan de (Activo en Zamora y Salamanca)

Clasificación genérica
Escultura
Objeto
Escultura
Datación
1592-1594
Siglo
Finales del s. XVI
Contexto cultural / estilo
Edad Moderna. Renacimiento
Dimensiones
152,4 x 63,5 x 77,5 cm
Materia
Alabastro
Técnica
Esculpido
Iconografía / Tema
Orante
Procedencia
Monasterio de San Pablo, Zamora (Zamora, España)
Emplazamiento actual
Boston Museum of Fine Arts (Boston, Estados Unidos)
Número de inventario en colección actual
44.813
Historia del objeto

Un cúmulo de adversidades es la causa de que nuestro conocimiento sobre el aspecto del sepulcro de don Alonso de Mera se limite a las descripciones de viajeros y cronistas, ya que la exclaustración primero y la incuria después acabaron por dar al traste no solo con esta obra, sino con el propio edificio que la albergaba, el monasterio de San Pablo (Zamora). No son pocos los eruditos locales e historiadores decimonónicos que llegaron a ver el monumento funerario in situ y que ofrecieron distintas informaciones sobre el mismo, valgan como muestra José María Quadrado (1861), Cesáreo Fernández Duro (1882), o Eduardo J. Pérez (1895). Gracias a los detalles que ofrecen cada uno de ellos, a los datos recuperados del testamento del propio finado y del cumplimiento de ciertas disposiciones legadas a sus cabezaleros, podemos reconstruir la tumba de manera bastante precisa. Si bien, quien remachará todos estos datos será don Manuel Gómez-Moreno a su paso por Zamora entre 1903-1904. A él le debemos las últimas pinceladas sobre el conjunto, pese a que para entonces el bulto funerario ya había desaparecido "misteriosamente" del cenobio jerónimo. Restaba en el edificio todo el encasamiento, elaborado en piedra mollar, el epitafio, y la coronación del conjunto, donde dos musculosos infantes sostenían las armas de don Alonso de Mera.

Para entonces, aunque desconociéndose todo el registro documental, la obra se había fechado ya en el siglo; y ciertamente el juicio no estaba desencaminado. Su origen ha de situarse en el taller zamorano de Antonio Falcote, maestro entallador que había asumido el encargo en las últimas décadas del siglo XVI de mano de Gregorio de Sotelo, principal testamentario de Mera. Sin embargo, fruto de su temprana muerte en 1592 o de una manifiesta incapacidad para acometer esculturas de bulto redondo o para trabajar el alabastro, el orante no llegó a comenzarse. Tal circunstancia se pone de manifiesto en el testamento del maestro, pero es en la partija de sus bienes –realizada por su viuda– cuando se traspasa la obra al escultor salmantino Juan de Montejo –por entonces afincado en la ciudad del Duero– y se le vende el alabastro para llevarla a cabo. Dos años después el encargo había finalizado, se trasladó a la iglesia y se procedió a su tasación.  Así pues, el resultado final fue una obra realizada por Falcote y Montejo, el primero ocupándose del encasamiento y la obra menuda, el segundo del grupo escultórico y del relieve del remate.

La fundación de monjas jerónimas, promovida por Alonso de Mera con más altos de vuelos de los que a la postre pudo asumir con su fortuna, permaneció activa, no con pocos problemas durante toda la Edad Moderna. En ella destacaba la escultura del promotor, en su presbiterio, mirando hacia la cabecera y acompañado de un paje que en actitud de dormir figuraba a los pies del conjunto. Pero la penuria del siglo XIX y los procesos desamortizadores supusieron el fin de la vida conventual: el edificio quedó vació, parte de sus estancias se dedicaron fines asistenciales, a almacén municipal…, y los pocos bienes que aún resistían estaban completamente expuestos. Este fue el principal motivo por el que el obispo Luis Felipe Ortiz, dio licencia para la venta del bulto funerario, con cuyos ingresos las religiosas pudieron atender necesidades más perentorias. Sin duda, en el negocio hubo de mediar algún marchante o anticuario local cuyo nombre desconocemos, que rápidamente se lo transfirió al británico Lionel Harris, que procederá a su envío a The Spanish Art Gallery (Londres) y desde allí, en fecha imprecisa, pero antes del 28 de noviembre de 1940, pasó a manos del magnate William Randolph Hearst. Tras ser disuelta su colección, los hermanos Brummer, de Nueva York, se hicieron con la figura en 1944y la azarosa andadura del alabastro zamorano tocó su fin: a finales de ese año fue adquirida por el Fine Arts Museum de Boston, donde hace algunos años pudimos localizarla e identificarla.

Descripción

El fundador del monasterio de San Pablo se muestra de rodillas, armado como caballero, y con las manos unidas en actitud de oración. La armadura es completa, con todas sus piezas perfectamente diferenciadas, incluida una minuciosa cota de malla que asoma por detrás de las escarcelas. Tan sólo se echa en falta el yelmo y las manoplas –hoy desaparecidas– y que irían dispuestas a los pies, junto a un pajecillo. Su atuendo, pues, sirve para rememorar sus gestas militares en tierras del Perú, pero también para marcar status social, como muestran igualmente las delicadas lechuguillas de cuello y puños. Poco puede decirse del estilo de su autor ante una imagen vestida con semejante atuendo, aunque el tipo humano empleado puede ser relacionado con los habitualmente utilizados por el maestro salmantino Juan de Montejo, rastreables en obras como la figura yacente de Simón de Galarza en el monasterio de las carmelitas descalzas de Alba de Tormes o el san José del grupo lignario del Nacimiento que se cobija en la capilla del cardenal Mella de la catedral de Zamora.

Todas ellas presentan rasgos comunes y definitorios, con rostros graves de apuradas y personales facciones que traslucen tensión y blandura a la vez, lo que incide en el fuerte naturalismo que otorgó Montejo a algunas de sus creaciones, y el sabio manejo del cincel le permitió resolver la cabellera y la barba a base de menudos y profusos mechones ensortijados, cuya terminación partida y en punta es, como ya sabemos, un rasgo tan característico como el «cogollo» o tupé central sobre la frente. Otros estilemas recurrentes son la disposición de la boca abierta, mostrando ligeramente los dientes y con el labio superior ondulado, o la postura de las manos, con los dedos anular y corazón unidos. El detallismo y la alta calidad de la labra se hacen patentes también en el tratamiento de la armadura, cuajada de molduras, tachuelas y hebillas.

Ubicaciones
* La localización relativa a marchantes, anticuarios, galerías de arte y coleccionistas, nos lleva al emplazamiento donde se hallaban radicados, o bien donde tuvieron una de sus principales sedes, esto no siempre indica que cada una de las obras que pasaron por sus manos estuviera concretamente en tal lugar, pues en el caso de anticuarios y marchantes su negocio extendía sus redes en diversos territorios; en ocasiones tan solo compraban en origen y remitían directamente la pieza a sus clientes. Por otro lado, algunos coleccionistas contaron con distintas residencias en las que albergaron su colección, a veces en distintos países; es difícil, en muchos casos, precisar dónde preservaron la obra mientras estuvo en sus manos, de ahí que se señale el emplazamiento principal del anticuario o del coleccionista. Circunstancias que han de ser tenidas en cuenta al interpretar el mapa. Véase en cada caso la historia del objeto.
Bibliografía
Responsable de la ficha
Sergio Pérez Martín
Cómo citar

Sergio Pérez Martín, "Escultura orante de Alonso de Mera" en Nostra et Mundi. Patrimonio Cultural de Castilla y León en el mundo, Fundación Castilla y León, 2025. https://inventario.nostraetmundi.com/es/obra/446

DOI