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Tras el pseudónimo de tía Jesusa se escondía una mujer que no sabía escribir ni leer. Sin embargo, era conocida en Madrid por comerciar con antigüedades. Entre los ricos tesoros que vendió se encontraban unas tapicerías que habían sido robadas del Palacio Real, operación por la que fue procesada. Tía Jesusa trabajaba a medias con un marqués y ambos fueron los responsables de la venta y posterior dispersión de 69 manuscritos procedentes del Monasterio de Santo Domingo de Silos (Besse, 1897; Ruiz y González de Linares, 1978).